Hoy Facebook me hizo una de esas bromitas pesadas:

malaidea

Pero bueno, como muchos no se saben la historia detrás de esa linda carita frentona, la relataré aquí en mi anecdotario:

[NOTA: Esta historia puede parecerles más larga y tediosa de lo normal, y con mucho relleno, pero es porque forma parte del argumento principal de la historia de mi vida.]

Recién expulsado del Instituto Guadalupe en plenos exámenes semestrales, mi hermana a través de sus amistades me ayudó a entrar a otra escuela y terminar ahí ese primer año de secundaria que ya se veía perdido por la drástica medida del director de la escuela religiosa.

La Mena Sosa era un lugar totalmente extraño para mí, no tenía ni medio año que había escuchado por primera vez ese nombre (porque mi amigo Julio se había pasado a esa escuela recién empezado el año escolar), y ese día me encontraba yo solo, entre tanta gente desconocida… primero quería hablar con algun maestro que me pudiera orientar.

Pero la primera persona a la que me encontré fue un chamaco preguntón, que me hizo contarle algunos detalles sobre mi tardía integración a la escuela. También me preguntó que a que grupo entraría, en realidad yo no sabía nada, pero él parecía el típico personaje que lo sabe todo sobre el alumnado, así que le pregunté por Julio, no quería empezar desde ceros.

«En el C», así me contestó, y no recuerdo cuánto más haya durado la conversación, pero de ahí fui en busca de alguien que me diera información un poco más «oficial» sobre mi situación.

Le dije al subdirector todo lo que tenía que decirle, y cuando me preguntó que si sabía en que salón me habían asignado, le dije «creo que en el C».

Para mi sorpresa vi más de un rostro conocido, y casualmente también estaba ahí un familiar de aquel soplón que hizo que me expulsaran.

Eran días sin pena ni gloria, recién estaba superando cierto «amor de la infancia» cuando de repente vi a esa chica en la puerta del salón de 1ero A y me maldije por haber dicho «C».

Como chico nuevo, tenía menos confianza que de costumbre, así que en lo que quedaba del año no hice ni el menor intento por conocerla.

Para segundo año, algunos de mis amigos ya sabían que aquella chica me gustaba, y un buen día me presentaron a dos chavos: José Manuel Pérez y José Manuel Cid, que prometían ayudarme a conocerla… ese día supe su nombre: Ana Laura, y su sonido me fascinó.

Durante el receso me llevaron hasta donde ella y nos presentaron. Esa ha sido la primera y última vez que dejé que me presentaran así sin más a alguien de mi interés.

Cuando me saludó, algo me perturbó, su voz no era muy encantadora que digamos, pero igual me seguía gustando. Ninguna plática salió de esa presentación tan súbita y sin razón aparente.

Hice varios intentos durante segundo año por acercarme más, pero ninguno digno de mencionar… bueno, talvez uno sí…

Por alguna razón, a finales del ciclo escolar habían unos días «extra» de clases después de los últimos exámenes, esos días no contaban en lo absoluto en nuestras calificaciones, pero igual teníamos que ir a la escuela. Yo aproveché esos días para pasar más tiempo en el grupo A, tomando clases con ellos en vez de con mi propio grupo… y vaya que terminé llevándome muy bien con Cid, Pérez y algunos más, pero no con Laura ni sus amigas.

Mi tercer año de secundaria lucía mucho más prometedor, había escuchado los rumores de que ya no serían tres grupos sino dos, por lo que ya no se matendrían íntegras las listas de los grupos A, B y C. Y así fue, estaba yo en el mismo grupo que Laura, y también Pérez estaba ahí.

Para ese entonces, yo tenía dos grupos de amigos, uno con Jorge Luis Domínguez, Alejandro Hernández y Juán Carlos Salas, y el otro con Miguel Murillo y Daniel Morales. Y Pérez empezó a formar parte del segundo grupo.

Unos meses después, Juán Miguel Álvarez y yo nos empezamos a llevar, e hice que también formara parte del grupito donde estaban Pérez, Daniel y Murillo, y vaya que se acopló bien. A partir de ahí surgieron las retas de Crash Team Racing y algunas estupideces como el «Gran Tour» (que ese sí será en una anécdota aparte).

Era para mí todo un golpe de suerte que Juán Miguel se llevara tan bien con Laura, pues hasta entonces mi mayor avance había sido aprenderme sus respuestas en un chismógrafo del salón.

Es más, tenía el apoyo hasta del maestro de matemáticas, que me dejaba darle copia para ver si con eso hacía méritos suficientes, pero… nada de eso bastaba.

Se acercaba su cumpleaños, y como buen chamaco embobado, me gasté como $400 en regalos.

El dichoso día llegó, y yo fui con Juán Miguel hasta la puerta de su casa a entregarle su regalo, ella tenía una pequeña fiesta, pero por supuesto yo no estaba invitado, igual no le di importancia, solamente le entregué sus obsequios y la felicité… y con la misma, me fui hacia la parada de camiones.

Ella se quedó afuera de su casa platicando con un primo suyo y con Juán Miguel, y cuando este último apareció nuevamente en mi campo de visión haciéndome señas de que regresara, no lo pensé dos veces, no sabía cómo había sucedido, pero ya estaba invitado a la fiesta de Laura.

Nada remarcable pasó ahí, mi poca habilidad social no me permitía entablar grandes conversaciones, aunque tampoco creía estar incomodando a nadie.

La fiestecilla terminó y de regreso a mi casa, Juán Miguel me contó sobre esa plática con Laura y su primo, y de cómo este último era el que la había convencido de invitarme. Repasando ese hecho, creo que mi juicio estaba muy mal, porque en vez de molestarme de que no había sido iniciativa de Laura, yo estaba feliz porque según yo, tenía ya a su primo de mi lado.

Tercer año de secundaria concluyó, y hasta el momento mis avances eran:

1) la cantidad de datos curiosos que sabía sobre ella (por los chismógrafos)

2) estuve dentro de su casa (en su cumpleaños)

3) tenía fotos suyas (con una camarita digital toda fea xD)

…pero yo ya estaba empezando a ver otros horizontes, así que en primer semestre de bachillerato, Laura ya no era mi principal objetivo.

Como paraescolar tomé Teatro, y ella Baile Moderno con el mismo maestro. Yo me apunté a ayudarlo con la grabadora y esas cosas del grupo de Baile Moderno, y ahí fue donde me la volví a topar, en un primer ensayo, un sábado.

Ese día al parecer las chicas no habían contemplado que sus llaves y celulares les estorbarían, y como yo era el único que había llevado mochila, el maestro les sugirió dejar sus cosas allí, Laura también lo hizo.

Terminó el ensayo y todas sacaban sus cosas de mi mochila, todas excepto Laura, que había olvidado sus llaves.

Llegando a casa me di cuenta de que tenía unas llaves desconocidas en la mochila, y las guardé en el estuche de mis lentes (sí, en esos tiempos yo usaba lentes).

Llegó el domingo y yo tenía clases de computación en CETEC, ahí empezó el problema, porque terminando la clase, sin que yo me diera cuenta, el estuche de mis lentes cayó al suelo.

El lunes en la escuela me habló Paola, una amiga que Laura y yo teníamos en común, y me preguntó si yo tenía las llaves, a lo que le contesté que sí, mientras revisaba mi mochila y veía con preocupación que no estaban.

Le dije a Paola que al otro día se las llevaría, que las había dejado en casa.

Puse la casa de cabeza buscándolas, y al otro día tuve que decirle a Paola que las había perdido. Laura estaba tan paranóica que me reportó con la psicóloga, que no tardó en llamarme para decirme con toda la complicidad de un sacerdote en el confesionario, que admitiera que no le quería devolver las llaves porque me gustaba… vaya idea tan descabellada, me habría reído de no ser porque me sentía ofendido.

Toda esa semana fue un infierno, entre las miradas acusadoras de Laura, la desconfianza de Paola, y las estupideces de la psicóloga, ya me tenían loco; un día, de hecho, Paola hasta me acompañó a mi casa para ayudarme a buscar las mentadas llaves.

En cuanto al maestro de teatro, le dije que por problemas personales ya no podría seguir yendo los sábados a ayudarle.

…y ¡oh sorpresa! cuando llegó el domingo y en CETEC uno de mis amigos empezó a decirme sobre lo descuidado que soy, mientras me entregaba el estuche de mis lentes, con esas malditas llaves dentro.

El lunes a primera hora fui con Paola, le entregué las llaves, le expliqué lo sucedido, y no quise volver a escuchar el nombre de Ana Laura Rivera Díaz.

4 thoughts on “Perlas a los cerdos

  1. Muchos nomrbes completos 😛

    Una historia bastante interesante, como de cierta atraccion se paso a cierta repulsion, algo que tambien he experimentado.

    He pensado en hacerme un facebook solo por el morbo de saber que gente encontrare ahi, pero es probable que me envicie y luuego termine odiandolo.

    y solo por curiosidad, ¿que tal estaba paola? 😀

    1. xD Paola era la traga-años del salón, era simpática, se podría decir que «tenía su chiste», pero a mí en lo personal no me llamaba la atención

      tengo planeado otro post a futuro, en el que mencionaré un poco más a Paola xD

  2. Me gusto la historia XD. Me imagino la cara de la chava diciendo «Ese fenomeno quiere entrar en mi casa y hacerme cosas…», asustada debajo de la cama, con insomnio, pensando que en algun momento perturbarias su paz, … que es eso O.o oyo un ruido en la sala, ¿sera él? ese individuo que la soño tantas noches y ahora está en sus aposentos, a logrado franquear su guarida. Pero no, todo es tranquilidad en la casa, excepto por la noche, si, la obscura noche, la cual hace que la mente reproduzca imagenes de lo más aterradoras y siniestras… No temas Laura, hoy la bestia no atacara… por ahora….

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