Durante mi infancia pasé por muchos cambios de escuela, así como ahora en Veracruz son mis cambios de casa, pero en cuarto año de primaria decidí darme a mí mismo y a mis padres un descanso.
Ese año entré al Instituto Guadalupe, una escuela católica donde había estudiado mi madre, y aunque ese fue el año en que mi hermana Fernanda dejó de supervisarme para que hiciera tareas y todo eso, no me fue del todo mal.
Curiosamente no me encontré con pura cara nueva, pues mi amigo Julio parecía no sólo compartir mi costumbre de cambiar de escuela, sino que también coincidimos en irnos a la misma.
En general tengo vagos recuerdos de esa época de mi vida, pero lo que sí ubico nítidamente es que después de un tiempo en la escuela, empecé a vender cosillas que me encontraba en el centro de Córdoba, en las importadoras y los puestos que en ese entonces había en las calles. Y esa intención me nació al ver que uno de mis compañeros hacía mas o menos lo mismo: llegaba un día con un sacapuntas llamativo, y al día siguiente ya estaba surtiendo los pedidos de uno que otro incauto que quería un artículo igual.
Yo empecé con unos ventiladorcitos de bolsillo que le vendrían mucho mejor a un jarocho sudoroso y quejumbroso que a un pobre niño cordobés que necesitaría más un paraguas. Pero se vendían, y muy bien… ¡hasta las pilas las compraban conmigo!
La manía del comercio parecía ser por temporadas, uno con su papelería, otro con sus quesos y yo con mis artículos de importadora… pero casi siempre al menos dos de nosotros estábamos vendiendo algo. No sé si sea casualidad o no, pero cuando yo osaba ser el único vendiendo algo, tenía cita segura con la directora…
Ya me había olvidado de mis quejas sobre la escuela (como el hecho de que fuera religiosa), y en ningún momento les insinué a mis padres una intención de mi parte por cambiarme de escuela. A mis infantiles ojos, los estaba «mal-acostumbrando», porque cuando quise cambiarme de escuela para la secundaria, ni mi padre ni mi madre accedieron.
¿Y a qué le huía yo realmente? Fácil: a ir a la escuela por la tarde.
El Instituto Guadalupe es, por las mañanas, una primaria mixta y una secundaria para señoritas. Los varones que se inscribieran para secundaria o bachillerato forzosamente estarían en el turno vespertino.
Toda mi tarde de caricaturas y de andar de vago por el centro iba a quedar arruinada, y así fue…
Me costó trabajo adaptarme, pero para que no tuvieran un hijo perezoso que se despertara después de medio día, mis padres me inscribieron en una escuela de computación por las mañanas: CETEC.
Mi rutina se había vuelto CETEC-Centro-Escuela, y cuando me empecé a llevar mejor con José Mauricio Cruz, llegaba a veces a su casa para irnos a la escuela.
En CETEC empezó mi euforia con las computadoras y con internet, y eso convirtió mi «dragonballmanía» (normal de un niño de mi edad) en una afición al anime.
Paralelamente, en la escuela, un tal «Panda» nos asombraba con unas revistitas con información de Dragon Ball que todavía no salía en Canal 5, y cuando yo encontré unas revistas del mismo estilo en una importadora, no dudé en hacer comercio.
Luego me encontré con unos pokers cromados de anime (Dragon Ball Z, Sailor Moon, Neon Genesis Evangelion, Ranma 1/2, Street Fighter, Ghost in the Shell, etc.), costaban $115, así que en realidad no era buen negocio, mas bien quería yo sacar dinero para comprármelos para mí… habían también pokers «económicos», de $32 al público… pero claro que a mí me daban ya precio de mayoreo en la mayoría de las importadoras. =)
Llevé uno y lo vendí, me pidieron más, y los surtí…
Pero estaba a punto de pasar algo drástico en mi vida:
El cumpleaños de Mauricio yo estuve buscando un regalo en la importadora (me iba bien con mis pequeños negocios y era bastante detallista con mis amigos y familia). Encontré una imitación de navaja suiza que pensé que le gustaría, pero en esa misma tienda vi otra cosa que me pareció más curiosa todavía: un poker pornográfico, a $11.50 (precio de mayoreo).
A base de mentiras infantiles «logré» hacer que me lo vendieran. (Pobre niño tonto, en realidad no estaba engañando a nadie, pero al menos no me sentía observado.)
En casa de Mauricio le di a elegir, él quiso la navaja… de igual manera llevé el poker a la escuela.
Estábamos en receso, entre las gradas y las inmensas escaleras de la escuela, con la «flota», y Mauricio les contó mi «hazaña», yo les enseñé el poker, y por mi fama no faltaron los pedidos… no se me ocurrió otro precio, así que di el mismo de los pokers de Dragon Ball que les vendía antes, aunque no era mi estilo dar las cosas al triple.
Ese día le vendí a Adán el que llevé (él no era libidinoso, estaba realmente pensando en vender las cartas sueltas), y al día siguiente le fui con otro cuento chino al sujeto de la importadora, llevé varios, y todos fueron vendidos. Así pasaron varios días, todo un éxito de negocio, y más con Adán como revendedor, toda una alternativa para los que no tenían ni $10 en sus bolsillos.
Pero un día en la clase de Matemáticas con el profesor Eleuterio, todo se vino abajo. En la fila que estaba frente al escritorio del maestro los chavos estaban echando su desmadre, y entre ese desmadre hasta llegaron a lanzarse cartas de poker… de ESE poker. Eleuterio se impacientó y les llamó la atención… les quitó las cartas y al verlas preguntó de quién eran.
Se apreciaba en el salón un silencio entre preocupado y solidario, hasta que la voz de Miguel Ángel lo echó todo a perder:
– Son de Aldo
– ¿Y de dónde las sacó?
– Se las vendió Adán.
– ¿Y Adán cómo las consiguió?
– Con Manfredo.
En un abrir y cerrar de ojos tenía una bola de padres de familia persinados y furiosos exigiendo mi expulsión definitiva del plantel… y así fue como terminé en la Escuela Secundaria Lic. José Ma. Mena Sosa.
Vaya vaya vaya…
…todo un un buen comerciante, aprovechaste una buena oportunidad pero olvidaste los factores parentales
Una historia bastante curiosa, similar a algunas cosas que yo hice.
Por otro lado, empiezo a cuestionarme que calidad tenian esos poker para que costaran 11.50 😛
Saludos
Vaya.. aclarada la curiosidad que tenia.. desgraciadamente muchos nos identificamos con haber sido victimas de los soplones, en mi caso no pasó de 3 días de suspensión..
Por cierto, como te dijeron por Twitter, entre más largo mejor ^^
Te doy $20 por la colección de ESE poker
no me quedé ni un poker =(
xD dinero es dinero
A mi me paso lo mismo en la secu… pero por un VHS porno xDDD se llamaba «la gran montada» :p
xD la diferencia es que yo lo escribí como pa’ que le hagan película
y tú aquí demostrando lo fácil que era contar el chisme xD
lol
¬¬ ponte a escribir para el concuro!!!
Maldita amnesia pero te juro que no me acuero de que si hubieras ido en la secundaria =/ pero si recuerdo el desmadre de los pokers y los que vinieron despues por apuestas, juegos «prohibidos», saldas, alcoholicos bueno vaya todos unos buenos pitufos haciendo gala de la moral aprendida jajaja
🙂 hahaha increíble historia, te admiro mucho Manfredo, en vdd pareciera que has tenido unas 10 vidas en 1 🙂 con tus super historias, en cuanto al titulo jajajaa 🙂 hasta el final comprendi por que Jesús tendría que expulsar a los pobres mercaderes, hahaha creo que tu reflexión es muy acertada puesto que… ¬¬ la primaria y secundaria parecen :3 un nido de pequeños comerciantes con visión!! haha :3 eso de los patitos de hule y las plumas con olor si dejan :)!! tkm