Cada vez chafean más los títulos de mis posts, pero qué se le va a hacer.

Ya les debía este post desde hace un buen tiempo, pero por motivos que se les harán obvios al terminar esta lectura, he venido terminándolo en buen momento. (Además, al parecer este blog recibió unas cuantas visitas el día siguiente a San Valentín, probablemente pensaron que era una buena efeméride para poner un relato personal.)

Bueno, ya entrando en materia, este relato es sobre los 4 años con 1 mes y 10 días que llevo viviendo en el Puerto de Veracruz.

Todo comenzó en la época negra en la que empezaban a surgir algunos problemillas con gente de Córdoba. Yo estaba, por otra parte, muy en mis asuntos pues había entrado a la universidad. No era una escuela de prestigio, incluso su examen de admisión debió ser mero trámite, pero jamás me había pasado por la mente el sacar ficha para el Tecnológico de Orizaba, por dos poderosas razones: 1) Orizaba, y 2) las novatadas.

Por otro lado, la Universidad del Valle de Orizaba (venga, que eso era solo de nombre, mi campus estaba en Córdoba, ¿ok?) no ofrecía mucho futuro que digamos, pero era lo que había.

Pero por esas mismas fechas el dueño de la casa donde vivíamos estaba pidiendo amablemente, junto con su también muy amable abogado, que nos largáramos. Mi madre, mujer de soluciones se encontró con la oportunidad de poner un negocio en Veracruz con una sobrina suya, de esa parte de la familia que no me caía CAE en gracia por… cosas de política.

Como la relación de mis padres a simple vista es más como ese estereotipo de dupla cómica que se la pasa a puros dimes y diretes, la frase «vete con tu madre, que no se vaya sola a Veracruz» no era para ser tomada como mera sugerencia, y eso marcó mi destino.

Una mudanza impertinentemente planeada para dos días antes de mi cumpleaños hizo que la fecha en la que mi nueva vida inició fuera más fácil de recordar.

(1) Llegué a una casa en planta alta, ubicada en pleno centro del puerto de Veracruz, tenía todas las facilidades para explorar mi nueva ciudad… excepto la social, claro está. Con un poco menos de prisa tal vez habría podido hacer amigos por internet para luego decirles «oh, sorpresa, me he venido a estudiar a Veracruz», pero no fue así. Éramos yo y mi computadora solos en una ciudad desconocida.

En esta etapa dominaba la nostalgia, las sesiones de chat con mis viejos amigos de Córdoba, y también con una perra chica sobre la que quizá en otra ocasión hable con más detalle. Pues un día quedé con ellos (y con la fina dama) para que se quedaran unos días en mi casa. Todos ellos se conocían entre sí, Josué, Fabricio, Toño, Mauricio, Carlos, Aurora y Rossi (ok, ya dije su nombre), a excepción de Fabricio y Rossi. Cabe señalar que Fabo era famoso por sus amplios gustos en cuanto a mujeres, y su facilidad para enamorarse (o por lo menos para decir que está enamorado). Así que sin mucho preámbulo, en el autobús de Córdoba a Veracruz, este muchacho quedó hipnotizado por las feromonas de Rossi Paulina.

No pasó mucho tiempo para que mi madre explotara por las molestias que le causaban tantas visitas, pero yo tampoco estaba en plan de entendimiento puesto que no veía qué otra cosa podía hacer un antisocial como yo en una nueva ciudad.

Total que el asunto terminó mal, la señora de la casa ordenándome que corriera a mis amigos, y yo de forma retadora diciéndole que se irían, pero que yo también. Mi único acto de sensatez en ese episodio fue el hablarle por teléfono a mi padre para decirle que se quedara con mi madre para no dejarla sola.

Nos regresamos todos a Córdoba hablando maravillas sobre el puerto, y soñando con la posibilidad de algún día rentar una casa ahí. Me quedé en casa de Carlos y Toñ, donde también estaba viviendo Rossi (les digo que esa historia será para otro día), pero como las paredes escuchan, y a veces escuchan mal, un malentendido provocó que la madre de los hermanos decidiera que ya no era bienvenido en su casa.

Eso apresuró nuestros planes, así que al poco tiempo ya estábamos listos para embarcarnos en una nueva aventura, que para esas fechas ya solamente nos incluía a Carlos, a Fabricio, a Rossi y a mí.

Para cualquier espectador consciente de la situación entre la mujer y los tres hombres (el ex-novio, el prospecto y el pretendiente), no había un peor escenario posible, pero por supuesto, nosotros no reparamos en ello.

(2) Llegamos, era una casa medio fea en la zona norte de la ciudad, la ubicación era lo único de lo que yo me quejaba. Eso sí, todos los días tenían algo de interesante, tanto que fue la única vez que no me salieron ronchas por no tener Internet. Pero lo que hacía interesante ese «experimento» eran precisamente los conflictos que se empezaban a cocinar… Y como fue, esta simpática manzanita de la discordia acabó por romper amistades de años, tras solo un mes de vivir en la nueva casa, y decidí que era buen momento para hacer las paces con mi señora madre.

Continuará…

4 thoughts on “Contrato por 6 meses (Parte I)

  1. xD esplendido por asi decirlo, te sere sincero manfredo y sin ofender, ME CAGUE DE RISA XD!!!! «lamentablemente» soy una persona que goza con el sufrimiento y los malviajes ajenos pero eso se lleva varias palmitas XD me gusto la forma en que le das el papel de mascota a tu lap XD espero leer mas :3 aunque me gustaria que quedaras tan satisfecho de leerme como yo quede de leerte XD valga la pinche redundancia =P

  2. a ver a ver, no que el continuara lo tenías hoy?, no no no eso no se hace me dejas picada y que te crees CLAMP???…. jajajaja muy buena, pero ya quiero leer lo demás, si asi vas a hacerle con tu libro estaré anciana cuando lo publiques XD jajaja

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *